Pablo: un fariseo

Al rechazar el texto tan excluyente de Pablo contra los homosexuales (1 Corintios 6, 9-10), Jesús le recuerda a Raquel que Pablo había sido fariseo. Saulo de Tarso ―ése era su nombre y la ciudad donde nació― no conoció a Jesús y nunca leyó ninguno de los textos que sobre Jesús escribieron los evangelistas, porque se escribieron después que él recorriera las principales ciudades del imperio ―Atenas, Corinto, Tesalónica, Alejandría― divulgando su propia interpretación de la vida y del mensaje de Jesús. Con toda probabilidad, una interpretación sesgada por sus orígenes culturales y teológicos.
La capacidad viajera y organizativa de Pablo fueron fundamentales para extender el cristianismo por el imperio romano. Pero, ¿el “cristianismo” de Pablo fue en todo fiel a la originalidad del mensaje de Jesús y de su movimiento, caracterizado por la exigencia de relaciones humanas incluyentes y equitativas? Hoy abunda la reflexión que contrasta la tradición de Jesús con la de Pablo y que señala las contradicciones que existen entre ellas.
A diferencia de Jesús, Pablo nació en una familia acomodada y recibió una esmerada educación griega y una educación rabínica con los doctores de la Ley de Jerusalén. En su etapa pre-cristiana, Pablo persiguió violentamente a los primeros seguidores de Jesús por ser muy cercano a la mentalidad farisea, que era severa, intolerante, fanática y excluyente y que fue permanentemente cuestionada y rechazada por Jesús. Desde esta concepción religiosa, y en base a posteriores experiencias personales y emocionales, Pablo interpretó a Jesús y su mensaje. Y siempre quedó en él algo ―o mucho― de sus orígenes fariseos.

Extracto del libro ‘Otro Dios es posible’ de María y José Ignacio López Vigil. Más en www.emisoraslatinas.net

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